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«Twitter es la herramienta periodística más poderosa de los últimos diez años»


ENTREVISTA: EL FUTURO DEL PERIODISMO DIGITAL Alan Rusbridger Director de ‘The guardian’

«Debo ser más radical en lo digital»

JOSEBA ELOLA 12/09/2011 ELPAIS

Dirige el prestigioso diario británico ‘The Guardian’, que cuenta con el segundo sitio web de habla inglesa más visitado del mundo entre los periódicos de calidad.

Es un adelantado a su tiempo, un visionario, un adicto a las nuevas tecnologías. Afirma que el iPad y las aplicaciones del iPhone son grandes pasos en la revolución digital de los medios

Alan Rusbridger tuvo hace un año entre sus manos una información que no podía publicar. Concernía a una compañía petrolera. Estaba atado de pies y manos por mandato judicial.

Así que puso un mensaje en su Twitter -red social de mensajes cortos- que, según recuerda, decía algo así como: «Lo siento, no podemos publicar la historia de una compañía que no puedo nombrar por razones que no os puedo decir».

Rusbridger cuenta que en cuestión de 24 horas, los usuarios de Twitter se encargaron de desentrañar de qué compañía se trataba, cuáles eran los documentos comprometedores y qué le impedía al diario británico publicar el reportaje.

La pelota se hizo tan grande que la historia acabó reventando y se conocieron los atropellos medioambientales y contra la salud en que había incurrido la petrolera Trafigura en Costa de Marfil.

Esta es la fuerza de la revolución digital. Estas son las ventajas de las nuevas herramientas.

Lo dice con entusiasmo Alan Rusbridger, director del legendario diario británico The Guardian, un periodista radicalmente convencido de que lo mejor está por venir, de que las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías nos conducirán a un mejor ejercicio del periodismo.

El sitio web de su diario, guardian.co.uk, es el segundo más importante del mundo de entre los diarios de calidad en habla inglesa, por detrás del de The New York Times.

Acredita 35 millones de usuarios únicos; un tercio de ellos, norteamericanos. El viejo periódico de Manchester, que vio la luz en 1821, es hoy referencia de la izquierda que habita al otro lado del charco.

Rusbridger se sienta en una butaca junto a la enorme cristalera que ilumina su despacho. Tiene el pelo algo revuelto, no lleva corbata, no aparenta ni por asomo sus 56 años de edad.

Da la impresión de ser un hombre sereno. Hace diez minutos de yoga todas las mañanas y toca el piano y el clarinete.

Además, es un auténtico friki, en la más tecnológica acepción del término, un auténtico adicto a los cacharritos de nueva generación.

Lo primero que hace es agarrar la grabadora digital con que se registra esta entrevista y observarla con detenimiento.

Le da la vuelta, la magrea. «Umm, debe de ser un modelo muy reciente», musita.

«Twitter es la herramienta periodística más poderosa que ha aparecido en los últimos… umm… diez años», afirma tras vacilar y pensarse bien si son diez, quince o veinte.

Habla mirando a las aguas del canal que pasa bajo su despacho, ubicado en un rutilante edificio de cristal plantado en medio de un viejo Londres de huella industrial. «Cuando apareció Twitter pensé que eso no tenía nada que ver con el periodismo.

Fui tan estúpido. Durante tres meses pensé: ‘Soy demasiado viejo para esto’. ‘Solo 140 caracteres, paso’. Estaba completamente equivocado. Los medios de comunicación que tengan una visión demasiado estrecha de lo que es el periodismo y cómo se hace están condenados».

Rusbridger echa mano de un ejemplo reciente para explicar la fuerza de la revolución digital. Hace dos semanas, The New York Times publicó una oscura historia sobre Rupert Murdoch y escuchas ilegales.

Desvelaba que un periodista del tabloide News of the World, propiedad de Murdoch, había realizado pinchazos para conseguir información y que el entonces director del diario, Andy Coulson, hoy director de comunicación del flamante primer ministro, David Cameron, estaba al corriente.

«Durante 48 horas, nadie en este país se hizo eco de la historia», relata Rusbridger. «Ni la BBC ni Sky News dijeron nada. Sin embargo, en Twitter, miles de usuarios clamaban: ‘¿Qué pasa, que eso no es una historia’?

Llegó un momento en que el poder de la gente hizo que la historia fuera imposible de ignorar por parte de los medios. Y este es solo un ejemplo».

Pregunta. Está claro que en algo están fallando los medios tradicionales, algo se está haciendo mal…

Respuesta. Sí. Ahí está Wikileaks, que se ha convertido en una marca de confianza, el sitio para filtrar documentos. ¿Qué ha pasado para que los periódicos tradicionales hayan sido sobrepasados, desde el punto de vista de confianza de la gente, por un australiano y una panda de hackers ubicados en distintos puntos del mundo? ¿Qué han hecho ellos y qué no hemos hecho nosotros?

P. ¿Tal vez los medios tradicionales se codearon demasiado con el poder político, con el económico, con las grandes empresas? ¿Tal vez se olvidaron de qué es lo que hay que contar?

R. A la gente le gustaría que nosotros investigáramos a esas grandes empresas, a esos centros de poder, que hiciéramos reporterismo del bueno. Pero ese tipo de reporterismo es caro, y pensamos que no es demasiado sexy, así que dejamos de hacerlo.

La ironía aflora. Rusbridger, de discurso límpido y clarividente, no puede ser más británico: acompaña el inicio de cada intervención con esos pequeños tartamudeos tan característicos del inglés más polite.

Sostiene que, precisamente por ese abandono de funciones de la prensa tradicional, una web abierta y colaborativa es clave: «Esta filosofía de estar abierto, publicar, enlazar, hacer que la información esté disponible, es una idea simple y poderosa. Como medio de comunicación, tienes dos opciones: puedes ser parte de ese mundo abierto o decir: ‘Lo que hacemos es tan valioso que lo vamos a esconder aquí».

En lo tocante a su medio, lo tiene claro: «Lo conservador, ahora, es ser radical. Pensando en el futuro de The Guardian, en conservarlo, ¿debo ser conservador o radical con Internet? Viendo las posibilidades de futuro del papel, que no pintan muy bien, si quiero ser conservador en la cuestión de proteger The Guardian, mi instinto me dice que debo ser más radical en lo digital».

P. Usted es un firme defensor de una web abierta y tiene claro que los sitios de pago no son el camino a seguir.

R. Es lo que me dice mi instinto. La web es una cuestión de estar abierto, de enlazar información. Periodísticamente, creo que es mejor ser parte de este sistema: si estás abierto y colaboras, toda la información que hay allí te hará ganar en riqueza, en poder y te dará recursos que tú no vas a conseguir por tu cuenta.

Así que creo que hay un imperativo periodístico y otro financiero para estar abierto. Enlazando a otros sitios, publicando tal vez material de otros, nos convertimos en una plataforma de contenido y no solo en editores del nuestro. Creo que esta es una idea que tiene mucha fuerza.

Instinto, instinto. Rusbridger pronuncia esta palabra seis veces durante la entrevista. Fue su instinto lo que le llevó a apostar sin circunloquios por la web en 1998. Desde el principio, en The Guardian tuvieron claro que necesitaban tecnología y un buen equipo de desarrolladores.

Invirtieron más de doce millones de euros en construir un sitio web a medida. Apostaron pronto por la interactividad, por la vertiente social, abrazaron los blogs. El proceso de integración entre la cultura digital de los recién llegados y los periodistas del papel fue paulatino, lento, medido.

Ese, dice, es uno de los factores que ayudan a explicar su éxito: «Si llevas la integración a cabo demasiado rápido, agobias a la gente del papel. Tienes que dejar que la gente vaya asumiendo las cosas poco a poco».

Hace cuatro años, en un momento en que algunas empresas de comunicación cortaban el acceso de sus empleados a Facebook para evitar distracciones, Rusbridger obligó a sus periodistas a abrirse una página en la red social, a colgar fotos, vídeos.

Y lo mismo hizo hace dos años con Twitter. Dice que de los 640 periodistas con que cuenta la redacción que elabora The Guardian, The Observer (periódico dominical) y el sitio web, el 90% son ya «periodistas digitales».

P. ¿Cómo van a competir con los medios de la nueva era, que cuentan con plantillas mucho más estrechas? ¿Debemos esperar nuevas pérdidas de puestos de trabajo en los periódicos?

R. No sé cuáles van a ser los ingresos, así que no conozco la respuesta a esa pregunta. En este momento, el dinero no está ahí, pero la industria puede cambiar… Mi instinto me dice que será difícil mantener el tamaño de las plantillas que hemos tenido en el pasado.

P. De hecho, aquí en The Guardian ha habido recortes de plantilla; el año pasado, 50 periodistas abandonaron la casa, ¿es esta la parte más dura del proceso?

R. En dos años hemos perdido a 80 personas, pero todos los que se fueron lo hicieron de forma voluntaria. No hemos tenido que hacer despidos obligatorios. Es muy duro, perdimos a gente muy valiosa, pero todos eligieron irse.

The Guardian ingresó el año pasado 48,6 millones de euros por medio de su brazo digital (en torno a un 10% de los ingresos, facturó 490 millones). Vendió 120.000 aplicaciones para el iPhone, programas que permiten la lectura del diario en el teléfono de Apple.

«Llevamos solo seis meses en la revolución de las aplicaciones», dice, «es pronto para saber de qué modo van a cambiar nuestro mundo». Rusbridger adora el iPad: «Ofrece una manera fantástica de consumir noticias.

Es un paso adelante en la revolución digital, el primer dispositivo en diez años que te obliga a volver a imaginar cómo ordenas la información, cómo encuentras tu camino en él, cómo lo mezclas con otros medios».

The Guardian está cocinando a fuego lento su aplicación para el iPad. Rusbridger no quiere una aplicación retro, como la de The New York Times o Financial Times. Piensa que el nuevo dispositivo requiere de un nuevo lenguaje.

«Soy un adicto a la tecnología, hay que serlo. Yo compro todo lo que sale. Los nuevos lectores, los nuevos teléfonos. Hasta que no los pruebas y los sientes no sabes de qué va la cosa».

Para explicar el momento en que nació su adicción por los cacharritos, se levanta, solícito, y empieza a rebuscar entre las cajas de cartón que hay detrás de su mesa de trabajo. Orgulloso, extrae de su cementerio de viejos aparatos su primer ordenador, un Tandy TRS-80.

Su fascinación por la tecnología nació el día en que esta antigualla cayó entre sus manos. Fue en 1984. Descubrió una herramienta que le permitía enviar sus crónicas con el número de palabras exacto: los editores ya no amputarían el final de sus columnas, donde solía alojar los chistes.

Tal era su pericia que en 1986, en un viaje para cubrir la visita de la familia real a Australia, se las ingenió él solito para conseguir transmitir una crónica por teléfono: para ello se puso en contacto con la telefónica australiana, consiguió un código y llamó a una pequeña empresa londinense que era la única capaz de convertir ese código y redirigirlo a un ordenador de la redacción de The Guardian.

Consiguió transmitir su crónica en diez minutos. Dictarla por teléfono, como se solía hacer entonces, le habría llevado noventa. «Debemos ser inteligentes con todas las nuevas plataformas que están surgiendo y encontrar la manera de adaptar nuestro periodismo a las plataformas, al software y a los hábitos de los lectores».

P. ¿En qué punto de la revolución digital nos hallamos ahora?

R. Aún estamos en una fase increíblemente temprana. Por eso es pronto para decir que las operaciones digitales nunca van a poder sustentar el periodismo, o para decir que no vemos claro el plan de negocio. No hay por qué tomar decisiones drásticas tan temprano.

P. Los directivos de periódicos, en la nueva era digital, parecen ser menos independientes que antes de las exigencias del negocio y de las presiones de las empresas periodísticas, ¿está de acuerdo?

R. Sí, creo que es verdad. Es porque todo se ha vuelto más complicado; no digo que antes fuera sencillo, pero sabías de dónde venía el dinero: publicidad y ejemplares vendidos. Ahora, las decisiones son sobre tecnología, periodismo y publicidad; son más tridimensionales. Los directores tenemos que intervenir más en esa conversación y eso nos distrae de la tarea de editar.

P. Y en este sentido, combinando esa menor independencia con el hecho de que la tecnología abre nuevas puertas, ¿diría usted que hoy hacemos mejor periodismo que en épocas pasadas?

R. Sí. The Guardian está llegando a una audiencia infinitamente mayor que antes. Su impacto e influencia internacional son mucho mayores. Utilizando las herramientas que estamos empleando, lo que ofrecemos a los lectores es más amplio, profundo y responde a más preguntas que nunca.

De frente y perfil

» Alan Rusbridger, director de

The Guardian desde 1995 y editor-jefe de Guardian News & Media, 56 años.

 

» Reportero, columnista, adjunto a la dirección de The Guardian. Rusbridger ha pasado por todos

los puestos. Fue corresponsal en Washington del London Daily News.

» Los datos. El sitio web de The Guardian tiene 35 millones de usuarios únicos. Es el segundo sitio web más importante de entre los diarios de calidad en habla inglesa, tras The New York Times. Un tercio de sus usuarios únicos está en Norteamérica. El periódico difunde 286.000 ejemplares.

» Su apuesta. Está cocinando a fuego lento una aplicación para el iPad. Dice que un nuevo soporte requiere de un nuevo lenguaje.

» Él. Casado y con dos hijas. Realiza diez minutos de yoga al día y toca el piano y el clarinete.

FMI: lecciones del terremoto


MOISÉS NAÍM

FMI: lecciones del terremoto

MOISÉS NAÍM  05/06/2011

  •  Lo único bueno que tienen los terremotos es que revelan información útil sobre la geología más profunda de nuestro planeta. El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de ser sacudido por dos fuertes seísmos: el arresto de su director, Dominique Strauss-Kahn, y la controversia acerca de quién debe reemplazarlo.
Este segundo seísmo ha aportado interesantes datos acerca de cómo funciona el sistema que gobierna al mundo actual. Algunos de estos datos confirman cosas que ya sabíamos y otros aclaran algunas de las nuevas realidades acerca del poder en estos tiempos.
  • El problema no es que Europa dirija el Fondo, sino cómo se selecciona al jefe del organismo

Hay dos interesantes lecciones del hecho, casi seguro, de que la próxima líder del FMI será la ministra francesa Christine Lagarde. El proceso de selección aún está en marcha y puede ser que algo impida que la ministra Lagarde ocupe el cargo. Lo dudo. Y lo dudan la mayoría de los observadores bien informados sobre este tema. Fui invitado a la sede del FMI en Washington a hablarle sobre esto a más de cien funcionarios y directivos de la institución.

Comencé mi presentación pidiendo que levantaran la mano quienes pensaban que la señora Lagarde no resultaría seleccionada para el cargo. Cerca de 10 personas la alzaron. Esto quiere decir que, antes de concluir el proceso de selección, una inmensa mayoría de observadores ya cree saber cuál será el resultado.

El problema no es si la ministra Lagarde tiene o no las calificaciones para dirigir el FMI (yo creo que las tiene), sino el hecho de que llega al cargo a través de un proceso inaceptable. Como se sabe, en 1944 Estados Unidos y Europa acordaron que el jefe del FMI siempre sería un europeo y el del Banco Mundial, siempre un norteamericano.

Ningún candidato del resto del mundo tiene la opción real de ocupar estos cargos. La irracionalidad de esto es evidente. Los jefes de Estado del G-20 se comprometieron en 2008 a que los líderes de estas organizaciones serían escogidos a través de un proceso «abierto, transparente y basado en el mérito». En la práctica, sin embargo, nada ha cambiado.

Y de esto se desprende el primer útil recordatorio que nos ofrece el proceso del FMI: buscar y retener el poder suele desplazar la defensa de valores y principios, y hasta el sentido común. A pesar de las elocuentes declaraciones y enfáticas promesas, y de los acrobáticos intentos de hacer parecer el proceso más abierto y meritocrático de lo que realmente es, el acuerdo firmado en la era colonial sigue imperando en el siglo XXI: Europa continuará al mando del FMI.

De nuevo, el problema no es que sea Europa; el problema es cómo se selecciona al jefe del FMI. Europa aún tiene un muy alto porcentaje de los votos en el FMI y los usa. Punto. Su porcentaje ha venido disminuyendo pero es aún alto, ya que se basa en lo que era el peso del continente en la economía mundial en 1944.

Y ese poder heredado, Europa lo utiliza para proteger en privado privilegios que denuncia en público. La regla básica que esto nos recuerda es que cuando de poder se trata, las palabras no importan; importan los cañones, los recursos o, como en este caso, el porcentaje de los votos que se tiene. El resto es ruido, retórica y distracción.

Otra lección que emerge de este proceso es que los nuevos centros del poder mundial todavía son más potenciales que reales. El grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) hace grandes esfuerzos por presentarse ante el mundo como una alianza que representa el nuevo polo de poder económico y político.

En teoría, la oportunidad de coordinar sus posiciones con respecto a la designación del nuevo jefe del FMI es ideal para mostrarle al mundo que hay un nuevo polo capaz de actuar concertadamente.

Pero los BRICS no lo lograron hacer y ni siquiera lo intentaron seriamente. Por ejemplo, Brasil, el líder de América Latina, no encontró motivaciones suficientes para apoyar desde el inicio al muy competente candidato mexicano. Y los demás países tampoco mostraron mayor interés en acabar con el ofensivo acuerdo entre Estados Unidos y Europa.

No hay duda de que el mundo tiene nuevos centros de poder. Pero en este caso no supieron, no quisieron o no pudieron ejercerlo de la manera coordinada en que lo hizo Europa. La lección del seísmo del FMI en este sentido es que si bien cada uno de los países BRICS ha aumentado su poder individual, como grupo aún no saben o no pueden actuar de manera unificada. Si algún día logran hacerlo tendremos un mundo muy diferente.

Twitter @moisesnaim

Es hora de un cambio en la elección en el FMI


La elección en el FMI

Es hora de un cambio

 
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Por:   Oscar Ugarteche

Desde que se crearon las instituciones financieras internacionales (IFIs) en 1944, ha sido la costumbre que el BIRF sea dirigido por un estadounidense y el FMI por un europeo. 

Este acuerdo informal constituyó un arreglo cupular entre los dirigentes mundiales de la época.  Sin embargo, desde la década de los 90 una nueva era está germinando. 

Los países ricos altamente endeudados son las nuevas economías-problema de hoy.  Los países emergentes están en rápido crecimiento, mientras que el estancamiento parece ser el signo de los tiempos de los países más ricos.

De pronto, el problema de antaño de la deuda en los países en desarrollo ha dado un giro hacia el Norte.  Desde Japón hasta Francia, desde EE.UU. y Gran Bretaña a Bélgica y similares, el problema de la deuda se ha vuelto una característica de los países más ricos y no existe la arquitectura financiera internacional para hacer frente a estos problemas. 

Los fondos regionales de estabilización monetaria no han sido tan rápidos ni amables como era de suponer, ni en Asia ni en Europa.  Se ha acudido en ciertas ocasiones al FMI para presentar las condiciones de los préstamos de emergencia, concedidos en su mayoría ya sea por el Banco Central Europeo -BCE- o por la Comisión Europea, donde el Fondo ha quedado en el asiento trasero en términos de recursos.

Parte del problema es que la estructura de la economía mundial está empezando a cambiar.  Un nuevo grupo de siete economías refleja el 84% del total del PIB de los países del G7. 

Estas son China, Rusia, India, Indonesia, Singapur, Corea, Brasil, que también suman cuatro veces el nivel de reservas, tres veces la tasa de crecimiento pronosticada, menos de la mitad de la deuda pública, y un ingreso per cápita que en promedio es la mitad de los países más ricos. 

Según las proyecciones del FMI, a finales de la segunda década del siglo XXI constará sólo un país europeo en la lista de las siete economías más grandes: Alemania.  EE.UU. también se mantendrá, posiblemente como la segunda economía más grande, y los otros cinco serán en su mayoría economías asiáticas, más Brasil.  Con estas proyecciones, la cuestión de la nacionalidad de quienes encabezan las IFIs es un asunto de importancia.

Otra parte del problema es que los ajustes del FMI provocan estancamiento, concentración del ingreso y la destrucción del Estado de bienestar. 

La credibilidad del FMI se ha desplomado y la confianza en la institución está muy débil.  Para fines prácticos, estaba ya extinto en 2008, cuando había despedido a 1.240 funcionarios.  La crisis lo revivió y lo colocó al centro del escenario en Europa.

Mientras tanto, luego del ocaso del colonialismo, la cuestión de la democracia ha pasado a primer plano.  La transparencia y la representatividad son importantes. 

Tanto el FMI como el Banco Mundial son conocidos por ser opacos y por tener procesos electorales que se asemejan más a aquellos de las órdenes religiosas, que a las instituciones democráticas abiertas.  Las creencias y la nacionalidad son más importantes que cualquier otra cosa.

El asunto es que el FMI está al centro de un debate global sobre reformas y que dentro de la institución quien las impulsaba era Dominique Strauss-Kahn. 

Parece que el Gobierno francés está a la cabeza de algunas reformas planteadas para el FMI y de algunos cambios en la arquitectura financiera internacional. 

En ese contexto, la ministra de finanzas de Francia tiene un papel muy importante.  Lagarde está directamente relacionada con el concepto de la Comisión Stiglitz -como se conoce a la Comisión Internacional para la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social-, por iniciativa del gobierno francés. 

Ello se diferencia del Informe de la Comisión de Expertos del Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre las Reformas del Sistema Monetario y Financiero, en el que también tuvo influencia.  Francia detiene también la mayor deuda pública absoluta y podría enfrentar un problema similar al que ya ha surgido en otros lugares cuando suban las tasas europeas de interés.

Varios candidatos han surgido para reemplazar a DSK.  Uno en particular ha sido promovido: el Dr. Carstens, gobernador del Banco de México, ex ministro de Finanzas de México y de ex número tres en el Fondo.  El Dr. Carstens está muy alejado de la discusión sobre las reformas en el Fondo o en la arquitectura financiera internacional. 

Más bien es reconocido por haber llevado a México a un decrecimiento del PIB del 6,5% en 2009, el mayor de América Latina y uno de los más grandes del mundo.  También es conocido por haber rechazado los consejos de varios premio Nobel sobre políticas anticíclicas, entre ellos Stiglitz.  Carstens es un verdadero creyente en las políticas procíclicas.

Cuando el FMI comenzó el debate sobre los controles de capitales a fin de evitar la propagación de la crisis financiera, en caso de producirse reversiones de flujos de capital, la posición que defendía era mantener a los mercados perfectamente abiertos, a la vez que mantener el acceso a la línea de crédito flexible del FMI, para que una corrida monetaria no erosionase la base de reservas internacionales. 

Carstens es el candidato de México y podría ser el candidato para América del Norte.  Es poco probable que sea el candidato para las otras grandes economías emergentes de América Latina, que perciben a México como parte de América del Norte, que siempre toma partido con EE.UU. 

A finales de abril, el Presidente Calderón en una visita a Lima, dijo que el acuerdo del Arco del Pacífico -que incluye a México, Colombia, Perú y Chile- fue creado con el fin de contrarrestar el peso de Brasil en la región.

¿Puede el FMI convertirse en una institución democrática que refleje la estructura cambiada del poder mundial?  ¿La elección del nuevo director ejecutivo abrirá el paso a alguien que pueda liderar las reformas dentro de la institución, que entre otras cosas supone apartarse del pensamiento de la Universidad de Chicago en materia de las recomendaciones de política económica? 

¿Podrá el nuevo director ejecutivo del FMI encaminar las reformas en el sistema de reservas internacionales?  ¿Es razonable que el nuevo director ejecutivo represente a un país rico altamente endeudado en lugar de una economía de crecimiento sólido?  ¿Puede el FMI dejar de ser una entidad Norte-Sur y volver a su sentido multilateral?  Es hora de un cambio.  (Traducción del inglés: ALAI)

– Oscar Ugarteche, economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México.  Es presidente de ALAI y coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA) http://www.obela.org

Fuente: http://alainet.org/active/46970

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