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El impago de la deuda como derecho frente a dictadura de los mercados en 2 pasos Auditoría, Acción y Anulación


El impago de la deuda como derecho frente a la dictadura de los mercados

Desde la oleada de ataques por parte de los “mercados” durante el pasado verano, se está desarrollando una versión ampliada de la burbuja de la deuda soberana, que está llevando este mecanismo de extracción financiera a una fase profundamente agónica.

Sin que hayan desaparecido las bajadas de calificación de la deuda soberana como vía para la apertura de espacios de alto beneficio financiero, también se han conectado de manera semi-automática las caídas de los valores bursátiles con la salida de fuertes flujos de capital hacia la compra de deuda alemana (nicho de seguridad) y de deuda periférica (nichos de altísimo beneficio).

El resultado es una retroalimentación continua de las diferencias entre los costes de la financiación alemana y los de los países de la periferia, punteada por ciclos de dos o tres días en los que se roza la estrangulación de economías en las que quedan pocos recursos y activos públicos que no estén ya en el punto de mira de los acreedores.

Grecia sigue siendo el ejemplo paradigmático, durante la segunda semana de septiembre la prima de riesgo sobre la deuda griega llegó a arrojar rentabilidades absolutamente desorbitadas de entre el 50% y el 110%.

Para hacernos una idea de la escala a la que se produce este proceso de desposesión, hay que recordar que el máximo interés que pagó el Estado griego por sus emisiones de deuda anteriores al verano de 2011 estuvo cercano al 20% y ha sido suficiente para una intervención de su economía.

En estas condiciones, el debate sobre el impago de la deuda se ha convertido en un asunto central para la política europea. De hecho, en buena medida, se puede considerar que el default (impago), al menos en Grecia, ya viene sucediendo desde antes del verano y que simplemente, desde la UE y el Gobierno griego se han venido buscando formatos adecuados (refinanciaciones, reestructuraciones, etc.) para venderlo como operaciones financieras rutinarias.

El pago de la deuda siempre es una variable política y los impagos, a su vez, son figuras políticas complejas cuyo significado depende en gran medida de cómo y quién los enuncia. Entre el “no nos pagáis” enunciado por los acreedores y la toma de posición “no os pagamos” hay un abismo simbólico y político.

Dicho de otra manera, mientras que el impago como iniciativa de la sociedad civil es una declaración de soberanía popular, el impago decretado por los acreedores refuerza el control de las instancias financieras sobre los activos y los flujos futuros de recursos.

Y esta es exactamente la pelea que se está disputando en Grecia, y que podría conformar el horizonte político inmediato de los demás países periféricos.

Frente a una ciudadanía que se rebela al pago de la deuda, afirma que “no pagaremos” y pide una auditoría democrática de la deuda, las instituciones de la Unión Europea y el FMI amenazan con declarar al país en quiebra si no se profundizan los programas de austeridad y privatizaciones.

Un campo de batalla que invariablemente viene asociado al impago de la deuda soberana, es el de la salida de la moneda común europea de aquellos países que declaren el impago de su deuda.

En gran medida, éste está siendo un argumento disciplinario utilizado por las instituciones europeas para amenazar a los países rebeldes con la desconexión del “caparazón” europeo y la exposición abierta a un poder financiero despiadado que la propia UE ha venido alimentando.

Pero también desde algunas posiciones “progresistas” se insiste en la salida del Euro como corolario inevitable del impago y como recuperación de instrumentos monetarios nacionales, especialmente la devaluación de la moneda, capaces de relanzar la competitividad sin necesidad de seguir hundiendo los costes salariales.

Sin embargo, en gran medida, la amenaza de la UE a sus estados miembros periféricos tiene un poso de verdad que la hace extraordinariamente efectiva.

Una serie de monedas nacionales más pequeñas serían terreno abonado para ataques especulativos sobre el tipo de cambio de una repercusión mucho más alta que los ataques sobre el euro y que, muy posiblemente, volverían a redundar en nuevas rondas de austeridad y privatizaciones.

Frente a este escenario, sería necesario desvincular el derecho al impago de la salida de la moneda única europea, interpretándolo como una figura de soberanía democrática europea antes que como un retorno a la soberanía nacional, expresada en una moneda propia.

Isidro López

http://www.observatoriometropolitano.org/

Nuestras tres A: Auditoría, Acción, Anulación

10 febrero 2012 | Categorías: Mercados Financieros | |

Damien Millet y Eric Toussaint – ATTAC Francia y CADTM

AAA… Estas tres letras que resuenan como una risa sarcástica designan la nota máxima concedida por las agencias de calificación. Una empresa o un Estado con nota AAA inspira confianza a los prestamistas y a los especuladores, y le permite pedir préstamos a menor coste.

Pero para obtener —o conservar— esta nota emblemática, los gobiernos europeos se aprestan a todo, y aplican políticas de rigor que no hacen más que someter sus economías a lo dictado por los acreedores. Detrás de estas AAA se esconden fuertes regresiones sociales, violaciones de derechos humanos, sangre y lágrimas para las poblaciones más frágiles.

AAA…es la risita de las hienas — los acreedores— cuando los derechos de los pueblos son sacrificados con la complicidad activa de los dirigentes de los países europeos, de la Comisión Europea, del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Central Europeo (BCE). Prestamistas y especuladores se arriesgaron en forma insensata, seguros que las autoridades públicas irían a rescatarlos en caso de crisis.

Hasta aquí tuvieron razón. Se pusieron en marcha planes de rescate de bancos, los Estados aportaron garantías por millares de millones de euros, los deseos de los acreedores fueron satisfechos. Los Estados gastaron sumas colosales para salvar los bancos antes de imponer planes de austeridad masivos.

Y contra estos planes, los pueblos se alzan a menudo con determinación. Manifestaciones, huelgas generales, movimiento de indignados, luchas sociales son portadoras de esperanzas cuando consiguen federarse a escala europea. ¡Pueblos de Europa, unámonos!

Desde hace tres décadas, las políticas neoliberales elevaron el endeudamiento a un nivel insoportable para las clases medias y modestas sobre quienes pesa lo esencial del reembolso.

La deuda pública de los países europeos tiene dos causas fundamentales: por una parte la contrarrevolución fiscal comenzada en los años 1980 que favoreció a los más ricos, y por otra las respuestas dadas por el Estado a la crisis actual, causada por las inversiones desbocadas de banqueros y de fondos especulativos.

La desregulación financiera suprimió las indispensables barreras, permitiendo la creación de productos financieros cada vez más complejos que condujeron a graves excesos y a una crisis económica y financiera mundial.

Ahora, las políticas aplicadas protegen a los responsables de la crisis y hacen pagar el precio a los pueblos víctimas. Es por eso que esta deuda es ampliamente ilegítima. Mientras dure la lógica actual, la dictadura de los acreedores podrá imponer incesantes retrocesos a las poblaciones.

Una Auditoría ciudadana de la deuda pública, acompañada de una moratoria sin penalización del pago, es la única solución para poder determinar la parte ilegítima, incluso odiosa de la deuda.

Es evidente que se debe llegar a la Anulación sin condiciones de esa parte ilegítima. Pero para que esto pueda suceder, los pueblos deben continuar con su movilización. Mediante la Acción, deben imponer otra política, que sea respetuosa de los derechos fundamentales y del planeta.

Esta Acción nos debe conducir a una Europa construida en base a la solidaridad y la cooperación que dé la espalda a la competencia y a la competitividad. La lógica neoliberal condujo a la crisis y ha revelado su fracaso.

Esta lógica, que subyace en todos los textos fundadores de la Unión Europea, con el Pacto de Estabilidad y el Mecanismo Europeo de Estabilidad a la cabeza, debe ser derrotada.

No hay que uniformizar las políticas presupuestarias y fiscales puesto que las economías europeas presentan fuertes diferencias, pero deben coordinarse para conseguir que surja una solución que promueva «hacia arriba» esas políticas. Europa debe también terminar radicalmente con su política de fortaleza asediada frente a los candidatos a la inmigración, para convertirse en un socio igualitario y verdaderamente solidario respecto a los pueblos del Sur.

El primer paso debe consistir en anular la deuda del Tercer Mundo de manera incondicional.

Como es evidente, es necesario derogar los actuales tratados europeos y reemplazarlos por nuevos, en el marco de un verdadero proceso constituyente democrático, que permita echar las bases de «Otra Europa».

Auditoría, Acción, Anulación, son las AAA que deseamos, la de los pueblos y no las de las agencias de calificación. Ponemos esta reivindicación en el centro del debate público para afirmar con fuerza que otras opciones políticas, económicas y financieras son posibles.

Pero solamente unas potentes luchas sociales permitirán el triunfo de las AAA de los pueblos, y un cambio radical de lógica que esté a la altura de los desafíos planteados.

Traducido por Griselda Pinero.

http://www.attac.es/2012/02/10/nuestras-tres-a-auditoria-accion-anulacion/?utm_source=dlvr.it&utm_medium=twitter

Eric Toussaint: “Es necesario anular las deudas ilegítimas”


Eric Toussaint: “Es necesario anular las deudas ilegítimas”

jpg_1267394070088bancodn-6b086-190d1.jpgEl economista Eric Toussaint critica los planes de austeridad impuestos en Europa, que aumentarán la deuda impidiendo, al mismo tiempo, la recuperación económica.

Presidente de la sección belga del Comité para la anulación de la deuda del tercer mundo (CADTM), Eric Toussaint integró la comisión para la auditoría de la deuda creada por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, a raíz de la cual Ecuador decidió anular una parte de su deuda ilegítima.

Toussaint nos explica su análisis de la crisis que afecta actualmente a varios países europeos.

Grecia, Portugal, España e Italia, y ahora Estados Unidos: la crisis de la deuda continúa golpeando a países industrializados. ¿Asistimos a un retorno del rescate de bancos por los Estados, como ocurrió durante la crisis de las subprimes de 2008?

Sí y no. Por supuesto, las deudas públicas en algunos países (Estados Unidos, Irlanda, Gran Bretaña, Bélgica, Portugal) aumentaron fuertemente después del rescate de bancos privados. Eso costó mucho dinero y, para financiar estos planes de rescate masivos, los correspondientes Estados se endeudaron con los mercados y por lo tanto sus deudas aumentaron.

Pero no es la única causa. La otra es la recesión económica que disminuye la recaudación de los Estados y que, por consiguiente, los obliga a multiplicar el recurso a los préstamos.

Pero también es la consecuencia de las políticas aplicadas antes de la crisis financiera de 2007-2008. Fueron 20 años de políticas fiscales neoliberales que consistieron en reducir radicalmente los impuestos pagados sobre sus beneficios por las sociedades privadas, en particular las grandes sociedades, y en los regalos fiscales hechos a las personas más ricas (la clase capitalista), que pagan menos impuestos, ya sea sobre su patrimonio o sobre sus ingresos.

Y como esta parte de la sociedad ha contribuido en menor cuantía a los impuestos, se aumentaros aquellos que afectan a otras capas de la sociedad (los trabajadores), se aumentó el IVA por ejemplo. También, fue necesario durante esos 20 años, al reducirse la carga fiscal sobre los ricos, rellenar ese agujero con los préstamos. Así que la deuda pública aumentó estos últimos 20 años como consecuencia de unas reformas fiscales neoliberales.

Se llega, por lo tanto, a un momento en el que los Estados no podrán seguir manteniéndose artificialmente, y eso tendrá repercusiones sociales…

Sí, los gobiernos están frente a la siguiente alternativa: o emprenden un cambio que lleve a la ruptura con el neoliberalismo y que, paralelamente, adopten medidas para hacer contribuir a la clase capitalista y a las empresas, impongan una nueva disciplina a los mercados financieros y tomen medidas para la creación de empleos, —es evidente que los gobiernos actuales no van en esta línea—. O aprovechan la crisis para aplicar, como diría Naomi Klein, la «estrategia del shock» y profundizar, aún más, las políticas neoliberales.

Estados Unidos quiere elevar el techo de su deuda, que ya alcanza el 100 de su PIB. Más allá de confrontación entre republicanos y demócratas, ¿qué significa ese aumento?

Retomando las dos opciones que ya nombré, la fuente de la crisis de la deuda en Estados Unidos está en la profundización de la ofensiva neoliberal efectuada por el gobierno de Obama, y eso impide tomar medidas para disminuir la deuda pública. Porque es evidente que hay que reducirla. Y se podría hacer favoreciendo a la población: hacer pagar a las instituciones financieras y las personas muy ricas, que poseen una gran parte de la deuda pública, el coste de la reducción de la misma.

¿Cuál es su análisis de los últimos planes europeos de rectificación de la deuda, especialmente respecto a Grecia?

Los últimos planes europeos, y especialmente el plan dirigido a Grecia, cuya filosofía se ha extendido a Portugal e Irlanda, requieren una precisión sobre las situaciones de esos países: éstos sólo pueden pedir préstamos a los mercados financieros a corto plazo, a tres o seis meses. Si quisieran pedirlos a cinco o diez años, y es el caso de Grecia, deberían pagar un tipo de interés de alrededor del 17%. Por lo tanto, Grecia tiene préstamos concedidos por el mercado financiero sólo a tres o seis meses.

¿Y quién le presta a largo plazo? Pues la Troica, o sea, el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Son ellos los que prestan a plazos más largos y se benefician del estado de desamparo de estos países para decirles: nosotros, los buenos guardianes del orden, no os pedimos tipos de interés del 17%, o del 14%, os pedimos (y son las últimas medidas de hace diez días) nada más que el 3,5% o el 4,5%, pero con una condición. Y ésta es la obligación de aplicar drásticos planes de austeridad, constituidos por medidas neoliberales extremadamente duras.

Como consecuencia de unas medidas que disminuyen la actividad económica —puesto que disminuyen la demanda global al afectar los ingresos de las personas de ingresos modestos— no habrá una recuperación económica. La deuda pública seguirá aumentando y estos países deberán continuar emitiendo deuda para poder reembolsar. Por lo tanto, tienen un horizonte de diez, quince o veinte años de austeridad y de aumento de la deuda. Lo que puede producir, en los próximos años, cesación de pagos, ya que se llegará a situaciones insostenibles.

En el caso de Grecia, donde la clase dirigente dio prueba de un alto nivel de corrupción, ¿cómo se puede imponer una mejor gestión del dinero público?

¿Cómo se hace frente a la corrupción de los capitalistas y de la clase política local? La respuesta es mediante la auditoría de la deuda. Una auditoría ciudadana que permita mostrar a la población que la deuda no es una especie de mal incomprensible que se abate sobre un país, sino el resultado de políticas deliberadas y perfectamente injustas. Las deudas contraídas en el marco de actos de corrupción son ilegítimas, incluso ilegales, y deben ser anuladas.

Nada obliga a aplicar la austeridad. Si un Estado no quiere que sus ciudadanos paguen la deuda, ¿tendrá los medios para hacerlo?

Por supuesto, es totalmente posible. A causa de la crisis bancaria, los bancos privados tuvieron que anular más de 1,2 billones de dólares (1.200.000.000.000 de dólares) de activos tóxicos de sus balances, es decir de acreencias dudosas, de deudas que otros les debían y que fueron borradas.

Es perfectamente posible continuar la limpieza anulando otras acreencias dudosas. Y las acreencias dudosas son aquellas que los Estados deberían considerar como deudas ilegítimas, y por lo tanto decidirían no pagarlas. Si se observa lo que pasó en los últimos treinta años en Europa, tendremos el argumento: el aumento de la deuda pública es debido a una política deliberada, social y fiscalmente injusta. Esta política consistió en privilegiar fiscalmente a los ya privilegiados por sus ingresos y bienestar.

Pero eso implica, y es evidente, tener gobiernos de izquierda que lleguen al poder con la voluntad de cambiar en forma radical el curso de las cosas. Eso plantea la cuestión de la movilización popular, que es la clave de la solución. Pero, en el plano técnico, es perfectamente posible. Sólo hay que obligar al sector bancario a tomar en cuenta las pérdidas, a poner en pérdidas y beneficios una serie de elementos de sus balances que son acreencias dudosas o acreencias ilegítimas.

¿Cuál será el siguiente paso? ¿Un plan Marshall para recuperar el empleo?

Más que un plan Marshall, el siguiente paso sería, o un New Deal del tipo del de los años 1930, desarrollado por Franklin Roosevelt, o un programa más radical. Pero Roosevelt, en las medidas tomadas durante los primeros meses de su mandato, había aumentado radicalmente el interés del impuesto para la capa con ingresos más elevados, que llegó a ser del 90 %.

Un New Deal impondría una nueva disciplina financiera, como la de prohibir a los bancos de negocios fundirse con los bancos de depósitos, o sea, los bancos donde el público ingresa sus ahorros. Roosevelt había instaurado la Glass Steagall Act, que obligaba a los bancos a separarse en bancos de inversiones y negocios por una parte, y bancos de depósitos por otra. Esa sería una versión keynesiana capitalista de salida de la crisis.

Pero podríamos tener otra versión, una salida más radical, una salida anticapitalista, con medidas, por ejemplo, de nacionalizaciones sin indemnizaciones del sector bancario y de otros sectores claves de la economía.

Esto implicaría no tener simplemente un gobierno tipo Roosevelt, sino un verdadero gobierno de izquierda, un gobierno de los trabajadores. Esta opción es también imaginable en los próximos 5 o 10 años. Por el momento, estamos en un viraje de la historia y los meses y los años próximos nos dirán si las rebeliones, como la de los indignados en España o en Grecia, acumularán fuerzas suficientes y se llegaría a cambios que sobrepasarían los producidos en las urnas.

No afirmo que eso pasará, digo que es una posibilidad abierta, que no hay que descartar. Los movimientos sociales y las personas que quieren con vehemencia un cambio real, deben apoyar estas movilizaciones.

Sebastien Brulez / Diario Le Courrier (Traducido por Griselda Pinero)

Publicado por LIBRERED

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