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CLAVES PARA ENTENDER LA GUERRA EN LIBIA


Claves para entender la guerra en Libia

  • Sábado, abril 23, 2011

Varios autores han señalado el hecho curioso de que los rebeldes libios tomaron tiempo de su rebelión en marzo para crear su propio banco central, esto antes de que tuvieran un gobierno. Robert Wenzel escribió en el Economic Policy Journal:

“Nunca antes había oído hablar de un banco central creado en cuestión de semanas durante un levantamiento popular. Esto sugiere que los rebeldes son algo más que un montón de pobres en trapos y que hay algunas influencias bastante sofisticadas detrás de su movimiento”.

Alex Newman escribió en The New American:

“En un comunicado emitido la semana pasada, los rebeldes informaron sobre los resultados de una reunión celebrada el 19 de marzo. Entre otras cosas, estos supuestos revolucionarios harapientos anunciaron la “designación del Banco Central de Bengasi como autoridad monetaria competente en las políticas monetarias en Libia y el nombramiento de un gobernador del Banco Central de Libia, con una sede temporal en Bengasi”.

Newman citó al Editor Senior de CNBC John Carney, quien preguntó:

“¿Es esta la primera vez que un grupo revolucionario ha creado un banco central, mientras que todavía está en medio de la lucha contra el poder político arraigado? Sin duda parece indicar lo extraordinariamente poderosos que se han convertido los banqueros centrales en nuestra época”.

Otra anomalía consiste en la justificación oficial para tomar las armas contra Libia. Supuestamente son las violaciones de los derechos humanos, pero la evidencia es contradictoria. Según un artículo publicado en la página web de Fox News el 28 de febrero:

Mientras las Naciones Unidas trabajan febrilmente para condenar el líder libio Muammar Al Gaddafi por tomar medidas enérgicas contra los manifestantes, el Consejo de Derechos Humanos está a punto de aprobar un informe repleto de alabanzas sobre el desempeño en derechos humanos de Libia.

Este documento elogia a Libia por mejorar las oportunidades educativas, por hacer de los derechos humanos una “prioridad” y por mejorar su marco “constitucional”. Varios países, entre ellos Arabia Saudita y Canadá le han dado a Libia marcas positivas por la protección legal que ofrece a sus ciudadanos – que ahora se rebelan contra el régimen y enfrentan represalias sangrientas.

Dígase lo que se diga sobre las arbitrariedades de Gadafi, el pueblo libio parece estar prosperando. Una delegación de médicos de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, escribió en un llamamiento al presidente ruso, Dmitri Medvédev y al primer ministro Putin, que después de familiarizarse con la vida de Libia, en su opinión en pocas naciones vivía la gente en igual confort:

“[Los libios] tienen derecho a tratamiento gratuito, y sus hospitales están equipados con el mejor equipamiento médico. La educación en Libia es gratuita, y los jóvenes capaces tienen la oportunidad de estudiar en el extranjero a expensas del gobierno.

Al casarse, las parejas jóvenes reciben 60.000 dinares (unos 50.000 dólares) de ayuda financiera. El estado otorga préstamos sin intereses, y aparentemente, sin fecha. Debido a los subsidios del gobierno el precio de los coches es mucho menor que en Europa, para que estén al alcance de todos. La gasolina y el pan cuestan un centavo, y la agricultura no paga impuestos. El pueblo libio es tranquilo y pacífico y es muy religioso”.

Agua en el desierto de Libia

Señalan que la comunidad internacional ha sido mal informada sobre la lucha contra el régimen.

“¿A quién no le agradaría un régimen así?”

Incluso si es sólo propaganda, no se puede negar por lo menos un logro muy

popular del gobierno de Libia: llevar agua al desierto mediante la construcción del proyecto de irrigación más grande y más caro en la historia, el GMMR de 33.000 millones dólares (Great Man-Made River). Incluso más que el petróleo, el agua es crucial para la vida en Libia.

Agua en el desierto de Libia

El GMMR provee al 70 por ciento de la población con agua potable y para riego, bombeándola desde el sistema acuífero de Nubia, en el sur a las zonas costeras pobladas, a 4.000 kilómetros al norte. El gobierno libio ha hecho por lo menos algunas cosas bien.

Otra explicación para el asalto a Libia es que es “todo por el petróleo”, pero aquí la teoría también es problemática. Como se señala en el Diario Nacional, el país produce sólo alrededor del 2 por ciento del petróleo del mundo. Arabia Saudita por sí sola tiene la capacidad libre suficiente como para compensar cualquier pérdida de producción si el petróleo libio desapareciera del mercado. Y si se trata de petróleo, ¿por qué la prisa por crear un nuevo banco central?

Otra información provocadora que circula por la Red es una entrevista de Democracy Now al general Wesley Clark (R), de 2007. En ella, el general señala que alrededor de 10 días después del 11 de septiembre de 2001, otro general le dijo que ya se había tomado la decisión de atacar a Irak. Clark se sorprendió y preguntó por qué. ”¡No sé!” fue la respuesta. ”Supongo que porque no saben qué más hacer!”

Más tarde, el mismo general explicó que el plan era atacar a siete países en cinco años: Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán.

¿Qué tienen estos siete países en común?

En el contexto de la banca, uno que sobresale es que ninguno de estos países es uno de los 56 miembros del Banco de Compensaciones Internacionales – BIS (Bank of Internacional Settlements – Banque des Règlaments Internationaux). Eso evidentemente los pone fuera del alcance del largo brazo del banco central de los banqueros centrales en Suiza.

BIS Bank of International Settlements -

Los más renegados del lote eran Libia e Irak, los dos que han sido atacados. Kenneth Schortgen Jr., escribiendo en Examiner.com, señaló que ”seis meses antes de que los EEUU atacaran a Irak para derribar a Saddam Hussein, el país había empezado a aceptar euros en lugar de dólares en pago por su petróleo, y que eso lo convirtió en una amenaza al dominio global del dólar como moneda de reserva, y su dominio como el petrodólar”.

Según un artículo ruso titulado “El bombardeo de Libia – El castigo a Gaddafi por su intento de rechazar el Dólar“, Gaddafi intentó hacer lo mismo: inició un movimiento para rechazar el dólar y el euro, y pidió a las naciones árabes y africanas utilizar una nueva moneda, el dinar de oro. Gaddafi sugirió el establecimiento de un continente africano unido, con 200 millones de personas utilizando esta moneda única.

Durante el año pasado, la idea fue aprobada por muchos países árabes y la mayoría de países africanos. Los opositores sólo fueron la República de Sudáfrica y la cabeza de la Liga de Estados Árabes. La iniciativa fue vista negativamente por EEUU y la Unión Europea, con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, llamando a Libia ”una amenaza para la seguridad financiera de la humanidad”; pero Gaddafi no se dejó influir y siguió empujando para la creación de una África unida.

Y eso nos lleva de nuevo al rompecabezas del Banco Central de Libia. En un artículo publicado en el Market Oracle, Eric Encina observó:

“Un hecho que rara vez se menciona es que el Banco Central de Libia es 100% de propiedad estatal. En la actualidad, el gobierno libio crea su propio dinero, el dinar libio, a través de los medios de su propio banco central. Pocos pueden discutir que Libia es un país soberano con sus grandes recursos propios, capaces de sostener su propio destino económico.

Un problema importante para los carteles de la banca globalista es que para hacer negocios con Libia hay que pasar por el Banco Central de Libia y usar su moneda nacional, un lugar donde tienen absolutamente cero dominio o poder. Por lo tanto, tumbar el Banco Central de Libia (CBL) puede no aparecer en los discursos de Obama, Cameron y Sarkozy, pero esta es sin duda la prioridad de la agenda globalista para absorber a Libia a su colmena de las naciones obedientes.”

Libia no sólo tiene petróleo. Según el FMI, el banco central tiene cerca de 144 toneladas de oro en sus bóvedas. Con ese tipo de reservas, ¿quién necesita al BPI (BSI), al FMI y sus reglas?

Todo lo cual provoca una mirada más atenta a las normas del BPI y sus efectos en las economías locales. Un artículo en el sitio de Internet del BPI indica que los bancos centrales que son parte del Central Bank Governance Network *(1) deben tener como objetivo único o principal “preservar la estabilidad de precios”.

Han de mantenerse independientes de los gobiernos para asegurarse de que las consideraciones políticas no interfieran con este mandato. “La estabilidad de precios” significa el mantenimiento de una oferta monetaria estable, incluso si eso significa crear más deuda externa. Los bancos centrales son desalentados de aumentar la oferta monetaria imprimiendo dinero y utilizándolo en beneficio del Estado, ya sea directamente o como préstamos.

En un artículo de 2002 en Asia Times, titulado “El BIS versus los Bancos Nacionales”, Henry Liu Jianchao señalaba:

“La normativa del BIS sólo sirve el único propósito de fortalecer el sistema de banca privada internacional, incluso a riesgo de las economías nacionales. El BIS le hace a los sistemas bancarios nacionales lo que el FMI le hizo a los regímenes monetarios nacionales.”

Las economías nacionales bajo la globalización financiera ya no sirven a los intereses nacionales…la IED [inversión extranjera directa] denominada en moneda extranjera, principalmente en dólares, ha condenado a muchas economías nacionales a un desarrollo desequilibrado hacia la exportación, sólo para hacer los pagos de intereses en dólares, con pocos beneficios netos a las economías nacionales”.

Y añadía: ”según la Teoría del Dinero Estatal, ningún gobierno puede financiar con su propia moneda nacional todas sus necesidades de desarrollo para mantener el pleno empleo sin inflación”.

Esta teoría del dinero estatal se refiere a dinero creado por los gobiernos en lugar de los bancos privados.

La presunción de la norma que prohíbe los préstamos del propio banco central del gobierno es que éstos son inflacionarios, mientras que los préstamos existentes en dinero de bancos extranjeros o del FMI no lo son.

Pero en realidad todos los bancos, ya sean públicos o privados, crean en sus libros el dinero que prestan. La mayor parte del dinero nuevo hoy proviene de préstamos bancarios. Y tomar préstamos del propio banco central estatal tiene la ventaja de que el préstamo es sin intereses. Y está demostrado que la eliminación de intereses reduce el costo de los proyectos públicos en un promedio de 50%.

Y así parece ser cómo funciona el sistema libio. Según Wikipedia, las funciones del Banco Central de Libia son “la emisión y regulación de los billetes y monedas en Libia” y “la gestión y emisión de todos los préstamos del Estado”. El banco estatal de Libia emite la moneda nacional y presta dinero para fines estatales.

Eso explicaría de dónde obtiene Libia el dinero para ofrecer educación y atención médica gratuitas y préstamos sin intereses de 50.000 dólares para los recién casados. También explicaría de dónde obtuvo el país los 33.000 millones de dólares para construir el proyecto “Gran Río Artificial”. Los libios están preocupados de que la OTAN esté bombardeando peligrosamente cerca de obra, creando otra amenaza de desastre humanitario.

Entonces, ¿es esta nueva guerra por petróleo o por bancos? Tal vez ambos – y por agua, también

Con energía, agua y crédito suficiente para desarrollar su infraestructura, una nación puede ser libre de las garras de los acreedores extranjeros. Y eso puede ser la verdadera amenaza de Libia: puede mostrar al mundo lo que es posible.

La mayoría de los países no tienen petróleo, pero las nuevas tecnologías podrían hacer que los países no productores de petróleo sean energéticamente independientes, sobre todo si los costes de infraestructura se reducen a la mitad con préstamos del propio banco de propiedad pública de la nación.

La independencia energética liberaría a los gobiernos de la telaraña de los banqueros internacionales, y de la necesidad de trasladar la producción nacional a los mercados extranjeros para pagar deudas.

Si el gobierno de Gaddafi cae, será interesante ver si el nuevo banco central se une al BIS, si la industria petrolera nacional es vendida a los inversores, y si la educación y el cuidado de la salud siguen siendo gratuitos.

Elen Brown / Abogada y Presidenta del Public Banking Institute (Traducción de Antonio Zighelboim).

*(1) Central Bank Governance Network: El grupo está presidido por el Sr. Stanley Fischer (Banco de Israel). Sus miembros son el Sr. Stefan Ingves (Sveriges Riksbank), el señor Mervyn King (Banco de Inglaterra), el Sr. Henrique Meirelles (Banco Central de Brasil), Sr. Duvvuri Subbarao (Banco de la Reserva de la India), el Sr. Axel Weber (Deutsche Bundesbank), la Sra. Janet Yellen (Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal), la Sra. Zeti Akhtar Aziz (Banco Central de Malasia) y Zhou Xiaochuan (Banco Popular de China).

La coalición actúa sin neutralidad en Libia y empuja a otros países a la guerra civil

Tema de actualidad: Sanciones internacionales contra el régimen de Gadafi

Libia

Libia

© AFP/ Mahmud Turka

14:54 25/04/2011
Tsjinvali, 25 de abril, RIA Novosti.

Rusia considera que los países occidentales que forman parte de la coalición internacional queinterviene militarmente en Libia actúan sin neutralidad y han tomado el lado de los rebeldes, anunció hoy el canciller ruso, Serguei Lavrov.

“Llama la atención el rechazo inmediato de la propuesta de paz de la Unión Africana. La postura (de la oposición libia) levanta sospechas que los países del Occidente y la OTAN, al interpretar a su modo la resolución del Consejo de Seguridad 1973, están del lado de los rebeldes”, dijo Lavrov.

El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia se expresó en estos términos después de un encuentro con el presidente de Osetia del Sur, Eduard Kokoity.

Al mismo tiempo, según el canciller ruso, la política de los dirigentes occidentales que apoyan a los opositores en Oriente Próximo en su decisión de renunciar al diálogo con el poder, empujan a otros países árabes hacia nuevas guerras civiles.

“Los acontecimientos que ahora tienen lugar en Oriente Próximo constituyen un llamamiento al comienzo de una serie de guerras civiles. Por ello, el empleo irresponsable de fuerza contra la población civil, así como las peticiones irresponsables de la oposición para recibir apoyo desde fuera deben acabar”, afirmó Lavrov.

Además, el jefe de la diplomacia rusa exigió el cese de bombardeos de posiciones civiles en Libia, porque esos ataques infringen la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU.

“La resolución (1973) del Consejo de Seguridad de la ONU no contempla muchos de los ataques aéreos que tienen lugar hoy día (en Libia)”, aseguró Lavrov, al tiempo de recordar que la zona de exclusión aérea sobre el país árabe no autoriza el bombardeo de objetivos terrestres sino que sólo debería impedir al régimen de Gadafi utilizar su aviación militar.

Libia quiere la mediación de Rusia para buscar solución diplomática al conflicto

Tema de actualidad: Actos de protesta contra el régimen de Gadafi en Libia

El secretario del Comité Popular General de Libia, al-Baghdadi Ali al-Mahmudi

El secretario del Comité Popular General de Libia, al-Baghdadi Ali al-Mahmudi

© AFP/ FETHI BELAID

16:36 24/04/2011
Moscú, 24 de abril, RIA Novosti.

Trípoli está dispuesto a solucionar su conflicto por la vía diplomática y pide la mediación de Moscú en ello, afirmó el secretario del Comité Popular General de Libia, al-Baghdadi Ali al-Mahmudi.

Según informó hoy el Ministerio de Exteriores de Rusia, al-Mahmudi hizo estas declaraciones en una conversación telefónica mantenida la víspera con el canciller  ruso, Serguei Lavrov.

“El jefe del Gobierno libio expuso su valoración de la situación en Libia, subrayando el deseo de Trípoli de encontrar una solución política al conflicto y mostrando el interés en que Rusia colabore en la búsqueda de esta solución”, dice el comunicado de la cancillería rusa.

Por su parte, Lavrov señaló que la prioridad actual es poner fin al derramamiento de sangre y al sufrimiento de la población civil libia.

“Para ello se deben cumplir a rajatabla las correspondientes resoluciones del Consejo de seguridad de la ONU, se debe garantizar un alto el fuego inmediato y ante todo detener los ataques contra Misurata y otras localidades”, insistió.

Según el jefe de la diplomacia rusa, estas medidas “permitirán crear condiciones para alcanzar la paz”.

Durante la conversación, mantenida por iniciativa de la parte libia, se destacó la necesidad de apoyar a los organismos internacionales en su labor de paliar la situación humanitaria en Libia. Son las condiciones en las que Rusia estaría dispuesta a colaborar en el esfuerzo de la Unión Afracana y la ONU por encauzar la situación por la vía política y diplomática.

Según aseveró al-Mahmudi, el Gobierno de Libia está dispuesto a cumplir íntegramente las resoluciones 1.970 y 1.973 del Consejo de Seguridad de la ONU.

Mientras tanto, agencias internacionales informaron que esta mañana las fuerzas del líder libio Muamar Gadafi reanudaron los ataques contra Misurata, ciudad en el noroeste del país controlada por los rebeldes.

Según estas informaciones, al menos 24 personas murieron y otras 75 resultaron heridas a causa de los ataques.

Anteriormente, las autoridades libias anunciaron el cese de operaciones militares contra Misurata para que “las tribús locales ayuden a buscar una solución diplomática al conflicto”.

La privatización del planeta: ¿Un mundo demasiado grande para caer?


La privatización del planeta:

¿Un mundo demasiado grande para caer?

Mientras el grueso de la población se mantenga pasiva, apática, entregada al consumismo o al odio contra los vulnerables, los poderosos del mundo podrán seguir haciendo lo que les plazca, y a los que sobrevivan a eso no les quedará sino contemplar el catastrófico resultado.
Noam Chomsky | Sin permiso | 25-4-2011 a las 18:28 | 359 lecturas | 1 comentario
www.kaosenlared.net/noticia/privatizacion-planeta-mundo-demasiado-grande-para-caer

El levantamiento democrático en el mundo árabe ha sido un espectacular ejercicio de coraje, dedicación y compromiso de las fuerzas populares que ha venido fortuitamente a coincidir con una notable rebelión de decenas de millares de personas a favor del pueblo trabajador y de la democracia en Madison, Wisconsin, y otras ciudades norteamericanas.

Hay que decir, empero, que si las trayectorias de las revueltas en El Cairo y en Madison llegaron a intersectar, estaban aproadas en sentido opuesto: mientras en El Cairo se encaminaban a la conquista de derechos elementales negados por la dictadura, en Madison apuntaban a la defensa de derechos que habían sido conquistados con largas y duras luchas y que ahora están sometidos a un desapoderado asalto.

Uno y otro caso son un microcosmos de tendencias presentes en la sociedad global que siguen una variedad de cursos. La cosa no ofrece duda: tendrán consecuencias de largo alcance.

Tanto lo que ahora mismo está aconteciendo en el decadente corazón industrial del país más rico y poderoso de la historia humana, como lo que está pasando en lo que el presidente Dwight Eisenhower llamó «el área estratégicamente más importante del mundo» («una estupenda fuente de poder estratégico» y «probablemente el mayor premio económico del mundo en el campo de la inversión extranjera», en palabras del Departamento de Estado de los años 40, un premio que los EEUU trataron de reservarse en exclusiva, para sí propios y para sus aliados, en el incipiente Nuevo Orden Mundial de la época).

A despecho de todos los cambios habidos desde entonces, se puede razonabilísimamente suponer que los actuales decisores políticos mantienen básicamente su adhesión al juicio del influyente asesor del presidente Franklin Delano Roosevelt, A.A. Berle, según el cual ese control de las incomparables reservas energéticas del Oriente Próximo traería consigo «un control substancial del mundo».

Y análogamente y por contraste, que la pérdida de ese control amenazaría el proyecto de dominación global claramente articulado durante la II Guerra Mundial y persistentemente mantenido aun frente a los decisivos cambios experimentados por el mundo desde entonces.

Desde que rompió la Guerra en 1939, Washington anticipó que ésta terminaría con los EEUU en una posición de supremacía.

Funcionarios de alto nivel del Departamento de Estado y especialistas en política exterior se reunieron repetidamente durante la Guerra a fin de diseñar planes para el mundo de postguerra.

Perfilaron una «Gran Área» que los EEUU tenían que dominar, y que incluía el Hemisferio Occidental, el Extremo Oriente y el antiguo Imperio Británico, con sus recursos energéticos del Oriente Próximo.

Cuando Rusia comenzó a demoler los ejércitos nazis luego de la batalla de Stalingrado, los objetivos de la Gran Área comenzaron a extenderse hasta abarcar la mayor zona posible de Eurasia, y al menos su núcleo económico en Europa Occidental.

Dentro de la Gran Área, los EEUU mantendrían un «poder indiscutible», con «supremacía militar y económica», al tiempo que se asegurarían de «limitar el ejercicio de la soberanía» de los estados capaces de interferir en los propósitos globales estadounidenses.

Los circunstanciados planes del tiempo de guerra no tardaron en ponerse por obra.

Siempre se reconoció que Europa podría optar por un curso independiente.

La OTAN se concibió en parte para contrarrestar la amenaza de esa independencia. No bien se disolvió en 1989 el pretexto oficial que había dado lugar a la OTAN, la OTAN se expandió hacia el este, en flagrante violación de las promesas verbales hechas al dirigente soviético Mijail Gorbachov.

Desde entonces, se ha convertido en una fuerza de intervención manejada por los EEUU.

El amplísimo radio de acción que se arroga lo expresó bien el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, al informar en una conferencia de la organización que «las tropas de la OTAN tienen que vigilar los oleoductos que transportan petróleo y gas en dirección a Occidente», y más en general, proteger las rutas navales utilizadas por los cargueros y otras «infraestructuras cruciales» del sistema energético.

Las doctrinas de la Gran Área dan manifiesta licencia para la intervención militar arbitraria.

Eso quedó patentemente sentado bajo la administración Clinton, que proclamó el derecho de los EEUU a servirse de la fuerza militar para garantizar el «acceso irrestricto a mercados clave, suministros energéticos y recursos estratégicos», y urgió a mantener «desplegadas hacia Europa y Asia enormes fuerzas militares, «a fin de modelar las opiniones de la gente sobre nosotros» y de «modelar los acontecimientos que afecten a las probabilidades de nuestra seguridad».

Idénticos principios rigieron la invasión de Irak. A medida que se ha ido haciendo evidente la incapacidad de los EEUU para imponer su voluntad en Irak, los objetivos reales de la invasión no pueden seguir camuflándose tras una retórica encandilante.

En noviembre de 2007, la Casa Blanca emitió una Declaración de Principios exigiendo que las fuerzas estadounidenses se mantuvieran indefinidamente en Irak y ligando la suerte de ese país al privilegio de inversores norteamericanos.

Dos meses después, el presidente Bush informaba al Congreso de que vetaría la legislación que pudiera poner límites al permanente estacionamiento de las Fuerzas Armadas estadounidenses en Irak o «al control, por parte de los EEUU, de los recursos petrolíferos de Irak»: unas exigencias que los EEUU tuvieron que abandonar, a la vista de la resistencia iraquí.

En Túnez y Egipto, los recientes levantamientos populares han ganado imponentes batallas, pero, como informaba el Carnegie Endowment, aunque los nombres han cambiado, los regímenes permanecen: «Un cambio en las elites dominantes y en el sistema de dominación es todavía una meta lejana».

El informe analiza los obstáculos internos atravesados en el camino de la democracia, pero ignora los exteriores, que, como siempre, son significativos.

Los EEUU y sus aliados occidentales están resueltos a hacer todo lo que puedan para prevenir una auténtica democracia en el mundo árabe.

Para entender por qué, basta echar una ojeada a las encuestas de opinión realizadas en el mundo árabe por las agencias norteamericanas de sondeos.

Aunque se ha hecho poca publicidad de sus resultados, no por eso dejan de ser conocidos por los planificadores estadounidenses.

Revelan que mayorías abrumadoras de árabes ven a los EEUU y a Israel como las mayores amenazas a que se enfrentan: así ven a los EEUU el 90% de los egipcios, y en el conjunto de la región, un 75% de los encuestados.

Algunos árabes ven como amenaza a Irán: un 10%. La oposición a la política de los EEUU es tan fuerte, que una mayoría cree que la seguridad mejoraría si Irán dispusiera de armamento nuclear (eso cree, por ejemplo, el 80& de los egipcios). Otros cuadros de opinión arrojan resultados semejantes.

Si la opinión pública pudiera influir en las decisiones, los EEUU no sólo no podrían controlar la región, sino que serían expulsados de ella junto con todos sus aliados, lo que socavaría los principios fundamentales de la dominación global.

La mano invisible del poder

El apoyo a la democracia es la provincia de los ideólogos y los propagandistas del sistema. En el mundo real, el asco que por la democracia siente la elite es la norma.

Son abrumadoras las pruebas de que la democracia sólo es apoyada mientras pueda contribuir a objetivos sociales y económicos, una conclusión a la que reluctantemente llegan los académicos más serios.

El desprecio de la elite por la democracia se reveló espectacularmente en la reacción a las filtraciones de WikiLeaks.

Las que mayor atención recibieron, con comentarios rayanos en la euforia, fueron los cables en los que se informaba del apoyo de los árabes a la posición de los EEUU frente a Irán. La referencia, claro, era a los dictadores árabes.

Las actitudes de la opinión pública ni siquiera recibían mención.

El principio rector fue claramente sentado por el especialista del  Carnegie Endowmentpara Oriente Próximo, Marwan Muasher, un ex alto funcionario del estado jordano: «Nada va mal, todo está bajo control». En suma: si los dictadores nos apoyan, ¿qué tendría que preocuparnos?.

La doctrina Muasher es racional y venerable. Para reducirnos a un solo caso hoy particularmente pertinente, en un debate interno habido en 1958 el presidente Eisenhower manifestó su preocupación por la «campaña de odio» contra nosotros librada en el mundo árabe, no por los gobiernos, sino por las poblaciones.

El Consejo Nacional de Seguridad (NSC, por sus siglas en inglés) explicó que en el mundo árabe se tenía la percepción de que los EEUU apoyaban a los dictadores árabes y bloqueaban la democracia y el desarrollo para asegurarse el control de los recursos de la región.

Por lo demás, esa percepción es básicamente correcta, concluía el NSC, y eso es lo que tenemos que hacer, secundar la doctrina Muasher. Estudios realizados por el Pentágono luego del 11 de septiembre confirmaron que lo mismo vale para hoy.

Es normal que los vencedores arrojen la historia al basurero, mientras las víctimas se la toman muy en serio. Unas breves observaciones sobre este importante asunto acaso resulten aquí de utilidad.

No es la primera vez que Egipto y los EEUU se enfrentan a problemas similares y se mueven en direcciones opuestas. Ya ocurrió también a comienzos del siglo XIX.

Los historiadores económicos suelen sostener que Egipto estaba bien situado para emprender un rápido crecimiento económico al mismo tiempo que los EEUU.

Ambos países disponían de una rica agricultura, incluido el algodón, combustible de la primera revolución industrial: pero, a diferencia de Egipto, los EEUU tenían que desarrollar la producción de algodón y una fuerza de trabajo mediante la conquista, el exterminio y la esclavitud, con consecuencias que resultan evidentes todavía hoy en las reservas para supervivientes y en las cárceles que han proliferado rápidamente desde los tiempos de Reagan para albergar a la población que la desindustrialización neoliberal hizo sobrera.

Una diferencia fundamental fue que los EEUU lograron su independencia, lo que les dio libertad para ignorar las prescripciones de la teoría económica, impartidas en la época por Adam Smith en unos términos parecidos a los que ahora se predican para las sociedades en vías de desarrollo.

Smith urgió a las colonias emancipadas a producir materias primas para la exportación e importar, en cambio, superiores manufacturas británicas, y desde luego, a no tratar de monopolizar bienes cruciales, singularmente el algodón.

Cualquier otra senda, advirtió Smith, «lejos de acelerar, retrasaría el ulterior incremento del valor de su producción anual, y lejos de promover, obstruiría el progreso de su país hacia una riqueza y una grandeza reales».

Lograda su independencia, las colonias fueron libres para ignorar este consejo y emprender, en cambio, el curso seguido por Inglaterra, el curso, esto es, de un estado independiente capaz de promover públicamente su propio desarrollo con elevadas tarifas arancelarias pensadas para proteger a su industria de las exportaciones británicas –por lo pronto, los textiles; luego, el acero y otros productos— y para poner por obra muchos otros mecanismos aceleradores del desarrollo industrial.

La República independiente buscó hacerse también con el monopolio del algodón, a fin de «poner a todas las demás naciones a nuestros pies», señaladamente al enemigo británico, como no se privaron de declarar los presidentes jacksonianos al conquistar Texas y la mitad de México.

En el posible camino análogo de Egipto se atravesó, empero, la potencia británica. Lord Palmerston declaró que «ninguna idea de equidad puede ser obstáculo en el discurrir de intereses tan grandes y supremos» como los británicos en su afán de preservar su hegemonía económica y política.

Lo declaró expresando, de pasada, su «odio» hacia el «bárbaro ignorante» de Muhammed Ali, que se había avilantado a proponer un curso independiente, y desplegando la flota y el poder financiero británicos para poner fin a la lucha de Egipto por la independencia y el desarrollo económico.

Luego de la II Guerra Mundial, cuando los EEUU desplazaron a Gran Bretaña de la hegemonía global, Washington adoptó la misma posición, dejando claro que los EEUU no proporcionarían la menor ayuda a Egipto, a menos que acatara las normas usaderas para los débiles, normas, dicho sea de paso, que los EEUU siguieron violando, imponiendo elevados aranceles al algodón egipcio y causando una debilitadora escasez de dólares.

La interpretación habitual de los principios del mercado.

Difícilmente sorprenderá, pues, que la «campaña de odio» contra los EEUU que preocupaba a Eisenhower se base en la percepción de que los EEUU apoyan a dictadores y bloquean la democracia y el desarrollo, como hacen también sus aliados.

Ha de añadirse en defensa de Adam Smith que sí se percató claramente de lo que ocurriría si Gran Bretaña seguí las reglas de la teoría económica al uso, que ahora llamamos «neoliberalismo».

Alertó de que si las industriales, los comerciantes y los inversores británicos se abrían al mundo, podrían sacar beneficios, pero Inglaterra sufriría.

Pero sintió que se dejarían guiar por un sesgo nacional, como si por una mano invisible a Inglaterra no le estuvieran reservados los desquites de la racionalidad económica.

El paso es difícil de olvidar. Es la única vez en que aparece la célebre frase de la «mano invisible» en toda la  Riqueza de las naciones.

El otro fundador de la economía clásica, David Ricardo, sacó parecidas conclusiones, en la esperanza de que el sesgo nacional llevaría a los hombres de propiedad a «contentarse con las baja tasas de beneficio en su propio país, antes que a buscar un empleo más ventajoso de su riqueza en las naciones extranjeras»; sentimientos., éstos, que, añadía, «lamentaría ver debilitados».

Predicciones aparte, los instintos de los economistas clásicos rebosaban de buen sentido.

Las «amenazas» iraní y china

El levantamiento por la democracia en el mundo árabe se compara a veces con el registrado en la Europa del este en 1989, pero con razones harto dudosas.

En 1989, el levantamiento democrático fue tolerado por los rusos, y apoyado por las potencias occidentales conforme la doctrina asadera: se acomodaba patentemente a los objetivos económicos y estratégicos, lo que hizo de él un logro nobilísimo, honrado por doquiera, a diferencia de las luchas que paralelamente se desarrollaban en América Central por la «defensa de los derechos fundamentales del pueblo», en palabras del Arzobispo de El Salvador, uno de los centenares de miles de víctimas de las fuerzas militares armadas y entrenadas en Washington.

No había Nunkun Gorbachov en Occidente durante esos horrendos años, y sigue sin haberlo.

Y las potencias occidentales siguen siendo hostiles a la democracia en el mundo árabe por muy buenas razones.

Las doctrinas de la Gran Área siguen aplicándose a las crisis y a las confrontaciones de nuestros días.

En los círculos occidentales de toma de decisiones políticas, lo mismo que entre los comentaristas políticos, se considera que, por lo mismo que la amenaza iraní representaría el mayor peligro para el orden mundial, la política exterior de los EEUU debería centrarse primordialmente allí, dejando a la política exterior europea el papel de las educadas negociaciones diplomáticas.

Ahora bien; ¿en qué consiste exactamente la amenaza iraní? El Pentágono y los servicios de inteligencia estadounidenses nos proporcionan una autorizada respuesta.

En sus informes del año pasado sobre la seguridad global, dejaron claro que la amenaza no es de naturaleza militar.

El gasto militar iraní es «relativamente bajo en comparación con el resto de la región», concluían.

Su doctrina militar es estrictamente «defensiva, concebida para frenar una posible invasión y forzar a una solución diplomática de las hostilidades».

Irán sólo tiene «una capacidad limitada de proyectar su fuerza más allá de sus fronteras». Respecto de la opción nuclear, «el programa nuclear de Irán, y su disposición a mantener abierta la posibilidad de desarrollar armamento nuclear, es una parte central de su estrategia de disuasión». Hasta aquí las citas.

El brutal régimen clerical iraní, la cosa no ofrece duda, representa una amenaza para su propio pueblo, pero difícilmente puede decirse que sobrepasa en esta materia a los aliados de los EEUU. Mas la amenaza radica en otra parte, y es, en efecto, ominosa.

Un elemento de ella es la capacidad potencial iraní para la disuasión, un ilegítimo ejercicio de soberanía que podría interferir en la libertad de acción de los EEUU en la región.

Resulta manifiestamente obvio porqué Irán busca construir una capacidad disuasoria: para explicarlo, basta echar un vistazo a la distribución de bases militares y fuerzas nucleares en la región.

Hace siete años, el historiador militar israelí Martin van Creveld escribió que «el mundo ha sido testigo de cómo los EEUU han atacado a Irak, según ha terminado por verse, sin la menor razón para ello.

Si los iraníes no trataran de construir armamento nuclear, estarían locos de remate», sobre todo hallándose, como se hallan, bajo constante amenaza de ataque en violación de la Carta de NNUU. Que terminen construyéndolo o no, es una cuestión sin responder, pero quizá sí.

Ello es que la amenaza iraní va más allá de la capacidad disuasoria.

También busca expandir su influencia en los países vecinos, subrayan el Pentágono y los servicios estadounidenses de inteligencia, y así, «desestabilizar» la región, como se dice en la jerga técnica del discurso de la política exterior: la invasión y ocupación militar norteamericanas de los vecinos de Irán es «estabilización»; los esfuerzos de Irán por extender hacia ellos su influencia, algo de todo punto ilegítimo.

Esos usos lingüísticos se han hecho rutinarios.

Así, el prominente experto en política exterior James Chace usaba propiamente el término «estabilidad» en su sentido técnico, cuando explicaba que, para lograr «estabilidad» en Chile, era necesario «desestabilizar» el país derrocando al gobierno electo de Salvador Allende e instalando la dictadura del general Augusto Pinochet.

Hay otras preocupaciones suscitadas por Irán dignas de ser exploradas, pero tal vez baste lo dicho para ilustrar los principios rectores y el estatus de que gozan en la cultura imperial.

Como subrayaron en su día los planificadores de Franklin Delano Roosevelt en el alba del sistema mundial contemporáneo, los EEUU no pueden tolerar «ningún ejercicio de la soberanía» que interfiera en sus propósitos globales.

Los EEUU y Europa van a la una en punto a castigar a Irán por su amenaza a la estabilidad, pero resulta útil recordar lo aislados que están.

Los países no alineados han apoyado vigorosamente el derecho de Irán a enriquecer el uranio. En la región, la opinión pública árabe es todavía más favorable al desarrollo de armas nucleares por Irán.

La mayor potencia regional, Turquía, votó contra las últimas sanciones propiciadas por EEUU en el Consejo de Seguridad, y lo hizo junto a Brasil, el país más admirado en el Sur.

Su desobediencia fue drásticamente censurada, y no por vez primera: Turquía fue ya agriamente condena en 2003, cuando su gobierno secundó la voluntad del 95% de su población y se negó a participar en la invasión de Irak, demostrando así su débil noción de «democracia» el estilo occidental.

Luego de su fechoría en el Consejo de Seguridad el año pasado, Turquía fue amonestada por el jefe de la diplomacia de Obama en los asuntos europeos, Philip Gordon: tenía que «demostrar su compromiso como socio de Occidente».

Un académico que trabaja para el Consejo de Relaciones Exteriores se preguntaba: «¿Cómo mantener a los turcos en el sendero que les toca?». Pues obedeciendo órdenes, como buenos demócratas.

El Brasil de Lula fue amonestado en un editorial del  New York Times: sus esfuerzos conjuntos con Turquía para abrir una solución el problema del uranio enriquecido fuera del marco establecido por la potencia estadounidense era una «tacha en el legado del dirigente brasileño». En una palabra: haced lo que os decimos, a ver si no.

Una interesante luz lateral, finalmente apagada, la ofrece el hecho de que la negociación Irán-Turquía-Brasil gozó de la previa aprobación de Obama, presumiblemente en la idea de que fracasaría, suministrando, así, una nueva arma contra Irán.

Cuando culminó con éxito, la aprobación trocó en censura, y Washington se aprestó a imponer a trancas y barrancas una resolución del Consejo de Seguridad que al final resultó tan débil, que hasta China la suscribió: ahora se la castiga por atenerse a la letra de esa resolución, en vez de secundar las directrices unilaterales de Washington.

Aunque los EEUU pueden tolerar la desobediencia turca, aun si con desaliento, China resulta harto más difícil de ignorar.

La prensa alerta de que «los inversores y los comerciantes chinos están llenando ahora un vacío en Irán, en la medida en que las empresas de muchas otras naciones, señaladamente europeas, se van: preocupa especialmente la expansión de su papel dominante en las industrias energéticas iraníes. Washington está reaccionando con un punto de desesperación.

El Departamento de Estado advirtió a China de que si desea ser aceptada en la comunidad internacional –un término técnico para referirse a los EEUU a quienquiera que esté de acuerdo con ellos—, no puede «mantenerse al margen y evadirse de las responsabilidades internacionales, [que] están bien claras», y es a saber: secunda las órdenes de los EEUU. Es muy poco probable que eso causara la menor impresión en China.

Hay mucha preocupación también con la creciente amenaza militar china.

Un estudio reciente del Pentágono alertaba de que el presupuesto militar chino se acerca a «un quinto del gasto del Pentágono en operaciones bélicas en Irak y Afganistán», a su vez una fracción del presupuesto militar estadounidense, huelga decirlo.

La expansión de las fuerzas militares chinas podría «cegar la capacidad de los barcos de guerra norteamericanos para operar en aguas internacionales fuera de sus costas», añadía elNew York Times.

Fuera de las costas de China, claro está; nadie ha propuesto todavía que los EEUU eliminen las fuerzas militares que cierran el Caribe a los barcos de guerra chinos.

La incapacidad china para entender las reglas de la civilidad internacional queda ulteriormente ilustrada con sus objeciones a los planes para que el portaviones nuclear George Washington se sume a los ejercicios navales desarrollados a unas pocas millas de la costa china, supuestamente con capacidad para bombardear Beijing.

En cambio, Occidente comprende cabalmente que esas operaciones estadounidenses se emprende, todas, para defender la estabilidad y su propia seguridad.

El periódico liberal de izquierda  New Republic  expresa su preocupación por que «China envía diez barcos de guerra a aguas internacionales, justo ante la isla japonesa de Okinawa».

Es una provocación, a diferencia del hecho, que ni se molesta en mencionar, de que Washington haya convertido la isla en una gran base militar, desafiando las vehementes protestas de la población de Okinawa: eso no es una provocación, conforme al usadero principio de que nosotros somos los propietarios del mundo.

Dejando de lado la arraigadísima doctrina imperial, hay buenas razones para que los vecinos de China se preocupen por el creciente poder militar y comercial de ésta.

Y aunque la opinión pública árabe apoya un posible programa iraní de armas nucleares, nosotros, desde luego, no deberíamos hacerlo. La bibliografía especializada en política internacional está llena de propuestas para evitar esa amenaza.

Una muy obvia rara vez merece discusión: trabajar a favor del establecimiento de una Zona Libre de Armas Nucleares (ZLAN) ne la región.

La propuesta, una vez más, nació en la conferencia del Tratado de No Proliferación (TNP) celebrada en el cuartel general de las Naciones Unidas el pasado mes de mayo. Egipto, en su calidad de presidente de las 118 naciones que componen el Movimiento de No Alineados, hizo un llamamiento para comenzar negociaciones para una ZLAN en Oriente Próximo, como había sido acordado, también por Occidente –incluidos los EEUU—, en la conferencia del TNP de 1995.

El apoyo internacional a esta propuesta es tan abrumador, que Obama no tuvo otro remedio que sumarse formalmente a ella. Buena idea, dijo Washingtn en la conferencia; pero no ahora.

Los EEUU dejaron claro, además, que Israel debería quedar al margen de eso: no son admisibles propuestas que pretendan poner el programa nuclear israelí bajo los auspicios de la Agencia Internacional de Energía Atómica o que exijan información sobre «las instalaciones y las actividades nucleares de Israel».

Baste eso para hacerse una idea del método con que se aborda el problema de la amenaza nuclear iraní.

La privatización del planeta

Aunque la doctrina de la Gran Área sigue vigente, la capacidad para ponerla por obra ha disminuido visiblemente.

La cima del poder estadounidense se dio luego de la II Guerra Mundial, cuando disponía literalmente de la mitad de la riqueza del mundo.

Pero es, como es natural, fue declinando, a medida que otras economías industriales fueron recuperándose de la devastación bélica y la descolonización echó tortuosamente andar.

A comienzos de los 70, la participación de los EEUU en la riqueza mundial había disminuido hasta el 25%, y el mundo industrial se había hecho tripolar: Norteamérica, Europa y el Este asiático (entonces con base en Japón).

Hubo también en los 70 un cambio drástico en la economía estadounidense, que derivó hacia la financiarización y la exportación de la producción.

Varios factores convergieron para crear un círculo vicioso de radical concentración de la riqueza, primordialmente en la fracción del 1% de la población en la cúspide: básicamente, altos ejecutivos, gestores de fondos e inversión libre y gentes por el estilo.

Eso trajo consigo la concentración del poder político, lo que a su vez trajo consigo políticas públicas favorables al incremento de la concentración económica; políticas fiscales, normas de gobernanza empresarial, desregulación, etc., etc.

Entretanto, los costes de las campañas electorales se dispararon, empujando a los partidos políticos hacia los bolsillos del capital concentrado, crecientemente financiero: los Republicanos, a conciencia; los Demócratas –que ahora son lo que antes solíamos llamar Republicanos moderados—, a la zaga.

Las elecciones se han convertido en una farsa grotesca manejada por la industria de las relaciones públicas. Tras su victoria de 2008, Obama ganó un premio concedido por esta industria a la mejor campaña de marketing del año.

Los ejecutivos del sector estaban eufóricos.

Explicaban en la prensa del mundo de los negocios que desde la época de Regan habían venido haciendo publicidad de los candidatos como si de una mercancía cualquiera se tratara, pero que la campaña de 2008 fue su gran logro y que esa campaña cambiaría el estilo publicitario de las direcciones de las grandes empresas.

Se espera que las elecciones de 2012 costarán 2 mil millones de dólares, básicamente aportados por la gran empresa privada.

No puede, pues, sorprender a nadie que Obama esté eligiendo a dirigentes del mundo de los negocios para ocupar altos cargos.

La opinión pública está enojada y frustrada, pero en tanto rijan los principios de Muasher, eso carece de importancia.

Mientras la riqueza y el poder han ido concentrándose en una estrecha franja, los ingresos reales del grueso de la población se han estancado y la gente está cada vez más cargada de horas de trabajo, de deudas y de inflación de activos regularmente destruidos por la crisis financiera que empezó a amagar desde que el aparato regulatorio comenzó a ser desmantelado a partir de los años 80.

Nada de eso resulta problemático para los muy ricos, que se benefician de una póliza pública de seguros llamada «demasiado grande para caer».

Los bancos y las empresas de inversión pueden hacer transacciones arriesgadas, con grandes rendimientos, que cuando el sistema inevitablemente se desploma siempre pueden acudir al papá estado para que el contribuyente los rescate, eso sí, bien asiditos a sus ejemplares de los libros de Friedrich Hayek y Milton Friedman.

Tal ha sido el proceso más común desde los años de Reagan, siendo cada nueva crisis más extrema que la anterior (para el grueso de la población, claro está).

Ahora mismo, el desempleo real se halla a niveles de la Gran Depresión para buena parte de la población, mientras que Gdman Sachs, uno de los principales arquitectos de la presente crisis,  es más rico que nunca.

Acaba de anunciar, impertérrito, la cifra de 17,5 mil millones de dólares en concepto de remuneraciones para sus ejecutivos en el pasado año, y el presidente de su consejo de administración, Lloyd Blankfein, sólo en concepto de bonos, recibirá 12,6 millones de dólares, mientras su salario base se triplicará.

No se adelanta nada centrándose en este tipo de hechos.

Consiguientemente, la propaganda tiene que buscar otros culpables: estos últimos meses, a los trabajadores del sector público, a sus salariazos, a sus exorbitantes pensiones de jubilación, y así por el estilo.

Todo en la mejor tradición del imaginario reaganitas, con mamás negras llevadas en limousinas por sus chóferes a cobrar los cheques en las dependencias públicas de bienestar social, y otros modelos por el estilo que no merece la pena siquiera mencionar.

Todos tenemos que apretarnos el cinturón; bueno, casi todos.

Los maestros y profesores constituyen un blanco particularmente adecuado, como parte del deliberado empeño en destruir el sistema público de educación, desde las guarderías de infancia hasta las universidades, por la vía de la privatización: una vez más, una política buena para los ricos, pero desastrosa para la población, así como para la salud a largo plazo de la economía.

Pero eso es otra de las externalidades que hay que dejar de lado, mientras prevalezcan los principios del mercado.

Otro blanco estupendo: los inmigrantes.

Eso ha sido así a lo largo de la historia de los EEUU, más aún en tiempos de crisis económica, pero ahora exacerbado por un sentido de que nuestro país nos está siendo arrebatado: la población blanca pronto será una minoría.

Se puede entender el miedo de individuos que se sienten agraviados, pero la crueldad de las políticas migratorias resulta estupefaciente.

¿Qué inmigrantes se convierten en blanco de esos ataques? En el este de Massachusetts, que es donde yo vivo, muchos son mayas que lograron escapar al genocidio perpetrado en los altos guatemaltecos por los asesinos preferidos de Reagan.

Otros son mexicanos, víctimas del acuerdo NAFTA de libre comercio propiciado por Clinton, uno de esos raros acuerdos entre gobiernos que consiguen perjudicar a los pueblos de todos los países participantes (tres, en este caso: EEUU, México y Canadá).

Cuando el NAFTA fue aprobado en el Congreso contra las objeciones populares en 1994 fue cuando Clinton inició también la militarización de la fontera entre México y los EEUU, antes razonablemente abierta. Sabiendo que los campesinos mexicanos no podrían competir con el agronegocio públicamente subsidiado en los EEUU    y que las empresas mexicanas no sobrevivirían a la competencia de las trasnacionales estadounidenses.

Transnacionales a las que debe considerarse como «nacionales», conforme al falso remoquete de los acuerdos de libre comercio: un privilegio, dicho sea de paso, sólo acordado a las personas jurídicas que son las empresas, no a las personas de carne y hueso.

Como cabía esperar, esas medidas trajeron consigo una correntada de refugiados caídos en la desesperación, y a la consiguiente histeria anti-inmigratoria entre las víctimas internas de esas mismas políticas del estado y de las grandes empresas privadas.

Algo muy parecido está ocurriendo en Europa, en donde el racismo es probablemente más virulento que en los EEUU.

Uno no puede menos de observar con estupor cuando Italia se queja del flujo de inmigrantes procedentes de Libia, aquel escenario del primer genocidio posterior a la I Guerra Mundial –acontecido en el ahora liberado este del país— a manos del gobierno fascista de Italia.

O cuando Francia, todavía hoy la principal protectora de las brutales dictaduras que gobiernan sus antiguas colonias, se las arregla para pasar por alto las odiosas atrocidades sometidas por ella en África, mientras el presidente francés Nicolas Sarkozy alerta, sombrío, sobre la «ola de inmigrantes» y Marine Le Pen le objeta que no hace nada por prevenirla.

No necesitaré mencionar a Bélgica, que se llevaría la palma en lo que Adam Smith llamó «la salvaje injusticia de los europeos».

El ascenso de los partidos neofascistas en buena parte de Europa resultaría ya un fenómeno suficientemente aterrador, aun sin necesidad de recordar lo que ocurrió en el continente en un pasado reciente. Imaginad la reacción, si los judíos fueran expulsados de Francia, condenados a la miseria y la opresión, y comparad con la falta de reacción cuando eso mismo ocurre con los gitanos, la población más brutalizada de Europa, asimismo víctima del Holocausto .

En Hungría, el partido neofascista Jobbik logró un 17% de los votos en las elecciones nacionales, algo que acaso no resulte tan sorprendente, si se recuerda que tres cuartas partes de la población cree estar peor ahora que bajo la dominación comunista.

Podríamos sntirse tal vez aliviados por el hecho de que en Austria el ultraderechista Jörg Haider lograra sólo el 10% del sufragio en 2008, si no fuera porque el nuevo Partido de la Libertad, que está todavía más a su derecha, logró rebasar el 17%. Resulta escalofriante recordar que en 1928 los nazis consiguierion menos del 3% del sufragio en Alemania.

En Inglaterra, el Partido Nacional Británico y la Liga de Defensa Inglesa, en la derecha ultrarracista, son fuerza importantes. (Lo que está pasando en Holanda lo sabréis mejor vosotros que yo.)

En Alemania, [ex socialdemócrata] Thilo Sarrazin se lamenta de que los inmigrantes estén destruyendo el país y consigue un superventas con su lamento, mientras que la Cancillera Angela Merkel, aun condenando el libro, declara que el multicultutralismo ha «fracasado estrepitosamente»: los turcos importados para hacer los trabajos sucios en Alemania han fracasado en punto a volverse rubios de ojos azules, auténticos arios.

Quienes conserven un sentido para la ironía recordarán que benjamin Franklin, una las principales figuras de la Ilustración, alertó de que las recientemente emancipadas colonias norteamericanas deberían andarse con cuidado a la hora admitir la inmigración de alemanes, porque eran demasiado morenos; y lo mismo los suecos.

Hasta bien entrado el siglo XX, los mitos ridículos sobre la pureza anglosajona eran comunes en los EEUU, incluso entre presidentes y otras figuras de viso.

El racismo en la cultura literaria ha sido una obscenidad insalubre; pero peor ha sido en la práctica, huelga decirlo.

Esmucho más fácil erradicar la poliomielitis que esta horrible plaga que una y otra vez reaparece, y con mayor virulencia, en tiempos de malestar económico.

No quiero terminar sin mencionar otra externalidad que se pasa por alto en los sistemas de mercado: el destino de la especie.

Al riesgo sistémico en el sistema financiero puede ponerle remedio el sufrido contribuyente, pero nadie vendrá a rescatar el medio ambiente que está siendo devastado. Que deba se devastado, es poco menos que un imperativo institucional.

Los dirigentes empresariales que están desarrollando campañas publicitarias para convencer a la población de que el calentamiento global antropogénico es un bulo izquierdista entienden perfectamente la gravedad de la amenaza, pero tienen que maximizar sus beneficios y sus cuotas de mercado a corto plazo. Si no lo hacen ellos, lo harán otros.

Ese círculo vicioso podría terminar siendo letal. Para percatarse de lo perentorio del peligro, basta con echar un vistazo al nuevo Congreso de los EEUU, entronizado por la financiación y la publicidad empresariales. Casi todos son negacionistas climáticos.

Ya han empezado a cortar fondos destinados a medidas capaces de mitigar la catástrofe medioambiental.

Y lo que es peor: alguno de ellos se lo creen de verdad; por ejemplo, el nuevo jefe del subcomité de medioambiente, que va por ahí explicando que el calentamiento global no puede ser un problema porque Dios prometió a Noé que no habría otro diluvio universal.

Si tales cosas estuvieran pasando en algún paisito remoto, hasta podríamos sonreírnos. Pero están pasando en el país más rico y poderoso del mundo.

Y antes de que nos entre la risa boba, tenemos que recordar que la presente crisis económica se remonta en no pequeña medida a la fe fanática en dogmas como el de la hipótesis de la eficiencia de los mercados, y en general, en lo que el premio Nóbel Joseph Stiglitz llamó hace ya 15 años la «religión» de la omnisciencia de los mercados: una religión que impidió que los bancos centrales y los economistas profesionales se percataran de la existencia de una enorme burbuja inmobiliaria sin la menor base en los fundamentos de la vida económica y que, al estallar, resultó devastadora para el conjunto de la economía.

Todo eso, y mucho más, puede seguir su curso mientras rija la doctrina Muashar.

Mientras el grueso de la población se mantenga pasiva, apática, entregada al consumismo o al odio contra los vulnerables, los poderosos del mundo podrán seguir haciendo lo que les plazca, y a los que sobrevivan a eso no les quedará sino contemplar el catastrófico resultado.

Noam Chomsky  es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Universalmente reconocido como renovador de la lingüística contemporánea, es el autor vivo más citado, el intelectual público más destacado de nuestro tiempo y una figura política emblemática de la resistencia antiimperialista mundial.

El texto aquí traducido procede de una conferencia dictada en Amsterdam el pasado mes de marzo.

Traducción para  www.sinpermiso.info: Amaranta Süss

La lección de Libia: A un zombie sólo lo puede matar otro zombie


Manuel Freytas
IAR Noticias

El ataque militar a Libia prueba algo indiscutible: El sistema imperial capitalista centralizado en el eje USA-UE-Israel es impune. Y está solo. No tiene enemigo estratégico. Puede invadir, matar o perdonar, a su arbitrio.

El aparato de la prensa mundial y sus analistas mercenarios les pertenece y está a su entero servicio, las 24 horas del día.

La sociedad mundial, en sus distintos niveles sociales, está alienada y sólo repite eslóganes mediáticos manipuladores.

Los gobiernos mundiales (salvo unos pocos como Venezuela y Cuba) son meras sucursales gerenciales de las potencias centrales y de sus corporaciones trasnacionales que han convertido al planeta en un gran mercado sin fronteras.

La izquierda se ha convertido en un mosaico incoherente de fundamentalistas ideologizados y sin capacidad de análisis estratégico que sólo recitan consignas de la «guerra de izquierda contra derecha», integrados al sistema.

EEUU y las potencias (como queda una vez más demostrado con Libia) puede masacrar población civil desde el aire y borrar un país entero a misilazos, sin que a nadie se le mueva un pelo.

La indiferencia y la enajenación colectiva es el mayor triunfo del sistema.

Hacemos un minuto de silencio por los muertos. Por los que están muriendo en Libia, y por los que van a seguir muriendo, masivamente, por hambre o por misiles, para seguir alimentado rentabilidad capitalista irracional y asesina a escala mundial.

Hacemos un minuto de silencio por el planeta, por nuestra hermana naturaleza, y por la inteligencia humana que también fue destruida a misilazos de pantalla televisiva. Humanidad kaput.

El capitalismo convirtió al ser humano vivo en una terminal robotizada de la sociedad de consumo capitalista.

El sistema camina solo, como un zombie, y mata por inercia. Y los vivos que aún resisten son aislados, demonizados, y ejecutados, a misilazos o a pantallazos televisivos, bajo el cargo de pertenecer al «eje del mal».

Y la humanidad, convertida en un microchip parlante del sistema imperial, aplaude gozosa las «rebeliones» de la CIA y la caída de los «dictadores» en los países atestados de petróleo por conquistar.

Ya no hay lógica ni sentido común. Todo perdió legitimidad y razón de ser. Mientras el imperio asesina masivamente en Libia, Irak, Afganistán, o allí donde haya mercados y petróleo por conquistar, la sociedad mundial alienada consume productos, diversión, ídolos faranduleros y presidentes de Estados capitalistas fabricados y clonados como la oveja Dolly.

Y parece que a un zombie sólo lo puede matar otro zombie.

Al sistema capitalista solo lo pueden matar su propias contradicciones. Sus propias divisiones y guerras internas por el control del poder y de los recursos estratégicos esenciales que se extinguen en un planeta destruido y depredado por la voracidad de la rentabilidad bancaria y comercial.

En Libia el sistema tocó fondo. La decadencia y la irracionalidad de las potencias dominantes se muestra en todo su esplendor. En vivo y en directo. La variable de ajuste es el petróleo. El show lo ponen las bombas y misiles de última generación, la muerte y el sufrimiento corre por cuenta del pueblo libio.

La CIA divide, el Pentágono extermina, La ONU santifica. Las potencias centrales acompañan. Pero solo acompañan al ganador.

Un escenario que se repite hasta el cansancio en los pueblos pobres que nadan en petróleo y en riquezas naturales. En Asia, Africa y Medio Oriente, la «solución final» siempre es la conquista de mercados con asesinato en masa de población sobrante.

Los zombies mueren matando. Y mueren matando a seres que estaban vivos. Y cuando las bombas no surten efecto, como en Libia, comienza la diáspora y los enfrentamientos internos para quedarse con algún pedazo del botín de guerra antes de que desparezca.

EEUU se cortó solo con sus dos socios sionistas en la conquista del petróleo libio.

La muerte masiva del pueblo libio comienza a convertirse en rutina, en un statu quo dramático, y los reproches y las diferencias internas en el bloque imperial siembran de dudas y de incertidumbre a los «escenarios posibles» que se avecinan como resultante.

Y la prensa internacional titula: Los ataques en Libia podrían reducirse; se teme un punto muerto, dice Reuters. Persisten dudas acerca de quién debe comandar la operación en Libia, señala la BBC. La OTAN no consigue superar sus divisiones internas sobre Libia, puntualiza la AFP. Fisuras en los aliados sobre la operación; Obama reclama el mando de la OTAN, resume El Mundo de España.

Y nuestro propio título sintetiza el cuadro de situación: Bombardeos masivos: Ahora el tiempo y los muertos juegan para Kadafi.

Los zombies, comienzan de devorarse entre sí. Más cadavéricos, que los propios cadáveres de hombres, mujeres y niños inocentes que van sembrando sus misiles en Libia.

¿Y qué va a pasar? ¿Cómo sigue la masacre petrolera disfrazada de «misión humanitaria?

La respuesta es sencilla: Los zombies van por el petróleo. Las alternativas son varias, y Dios proveerá la próxima movida.

Y nosotros, como siempre, la contaremos antes de que suceda.

http://www.iarnoticias.com/2011/secciones/contrainformacion/0023_im…

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